miércoles, 22 de abril de 2015

El corsé del siglo XXI

Hay quien más y quien menor pero, admitámoslo, vivimos en base a prejuicios. No hay que dar rodeos para responder a esta cuestión. Es así y punto. Solo hay que meterse en el metro o cualquier transporte público y observar las caras de la gente al mirar a otras personas. También te puede haber pasado cualquier día, estés más o menos desaliñado, que te encuentras en un bar, hay una señora en la barra con su bolso sobre ella o a una distancia alejada, te aproximas para coger tu cerveza y entonces sucede algo extraño, la señora agarra su bolso se lo aproxima y te echa una ojeada de arriba a abajo.


En ese momento es cuando te planteas si tu estética tiene algo que ver con la del delincuente juvenil común que sale en las películas de Eloy de la Iglesia o algo así.. Ahora que el verano ya ha asomado por la península, con sus días calurosos en los que te sobra la manga y las perneras largas, hay gente a los que les ha sonado la alerta roja por el físico y han decidido ponerse a dieta, hacer deporte y demás ritos que les salven de unas supuestas miradas inquisidoras de grasas.

El asunto parece circundar en el vivir presos del qué dirán, de si tal o cual chica me regalará una mirada insinuante o si el vecino del 4º departirá con la pareja sobre si hemos ganado o dejado de ganar unos kilos. No hay quien pierde la cabeza con esas dietas milagro, que junto con productos psicotrónicos, como mariposas o fajas de electro-impulsos, ponen a trabajar tus abdominales a un ritmo desenfrenado y te prometen que pierdes hasta la cartera.

El truco está en vivir sin esa barrera del me importa lo que opinen los demás y que te haga hacer o dejar de hacer cosas que te apetezcan. En el asunto de la estética ahora se han puesto de moda las campañas de las modelos XXL, cosa algunos colectivos las han denunciado porque, aunque se transgredan los patrones de belleza habituales, lo que en definitiva buscan es venderte tal o cual prenda sin la que no estarás “guapo o guapa”. Esto lo que te dice es que para gustos colores, así que la clave es vivir sin ese chip y si te apetece pintarte el pelo de azul, estar tirado en el sofá viendo una película o salir a andar que sea porque te apetezca y no porque en esta u otra estación notes los ojos del Gran Hermano de la sociedad encima.